20 de abril de 2009

Tindouf

Mnemonet tiene cuatro años y vaga por el terraplén divertida, entre las cercas de las cabras y las gallinas, su casa de adobe, la amplia jaima y los brazos protectores de su madre. Tiene cuatro hermanos y una mirada dulce y pícara. Nos enamoramos de ella al instante.

Raia tiene quince. Es la adolescente saharaui más guapa que pude ver, y la más alegre. Cocina de maravilla, se desgrana en creatividad cuando decide tatuar tu piel con henna y adora perder sus caderas entre la música y sus manos sobre el tambor. Mirarla era el mejor pasatiempo.

Las amplias familias abren las puertas de sus casas y de sus jaimas a todo el que quiera entrar. Te ofrecen lo que necesites y te brindan la oportunidad de hablar durante horas sobre las grandes alfombras, tomando el té. Conoces a tantos primos, tíos y amigos, que te enredas en los hilos de sus lazos afectivos. Acabas entendiendo a golpe de sonrisa que ésa es la base de su felicidad, que la ayuda internacional nunca sería suficiente sin el apoyo y el amor que se muestran. La dignidad con que se abren a ti es sencillamente admirable.
Los colores te despiertan cuando se reúnen unas cuantas mujeres saharauis. Sus melfas para protegerse del sol y la arena atraen sin remedio. Te enseñan a vestirla y a usarla, a anudarla para bailar y a hacer que se noten las caderas... y se carcajean cuando suena la música y tus torpes movimientos apenas son comparables con la agilidad con que ellas se agitan.
El tiempo se hace un hueco en el olvido, e irremediablemente te pierdes en el calor de la tarde, y nada es tan importante. En medio de ninguna parte, el terraplén y las dunas te convencen de que es posible, pese a todo, vivir.

Tras seis días en los campos de refugiados de Tindouf, Argelia, es imposible regresar sin dejar un pedazo de ti en aquella casa, entre aquellas personas. Es irremediable abrir la despensa o la gaveta de los calcetines y que se sacuda el pecho. Es difícil volver sin la conciencia removida por una situación tan dura. Imaginarnos a los padres y abuelos de estas niñas formando parte de los más de 100.000 saharauis que tuvieron que salir de su país para convertirse en refugiados en uno de los lugares más hostiles del mundo, sentirlos olvidados y en una situación que debería haber sido de carácter temporal y que se extiende ya más de treinta y cinco años... Es impactante que un saharaui veinteañero te diga que parece que si los suyos no vuelven a las armas nadie les hará caso, porque con la paz no han llegado a ningún sitio.
Uno regresa con un extraño sentido de la responsabilidad, con ganas de hacer ruido y remover manos. Con ganas de que el Gobierno Español, como mínimo, no facilite armas a Marruecos. Más contradicciones en un Gobierno presuntamente pacifista.
Pero no quiero entrar en eso. Sólo quería compartir un poco la experiencia y la impresión, y disculparme por este silencio tan hondo de tres semanas.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Es bonito que compartas un pedazo de esta inolvidable (supongo) experiencia.

Gracias. Un abrazo.

herrero dijo...

Las imágenes que has colgado aquí me producen un efecto paradójico: admiración por la dignidad de un pueblo ruinmente abandonado, y la rabia por nuestro comportamiento histórico con ellos.
Brutal el vértigo al regresar a casa.
Tómate otro té. Ánimo, hermana.

Mauro dijo...

Me sumo a herrero.

Se adivina dignidad en las personas, una que no parece robada por la fuerza de los hechos y la realidad descarnada.

Un viaje, un salto a otro mundo, un pestañeo difícil de asimilar, un "parece mentira que allí estuve".

Tan lejos, tan, tan cerca.

almassy dijo...

o dios mio, qué lindo reportaje mi pequeña periodista literata intrépida. espero que para el próximo viaje me lleves contigo, aunque sea en un bolso de viaje. muak

Anónimo dijo...

sabes? conozco otra laura (de hecho conozco más, pero ellas no juegan ahora) que también se fue una semana santa a los campos argelinos... le cambió la vida. y a bien, de hecho. ahora es una de las personas más felices que conozco, cosa que no era antes ni de lejos. imagínate a tí lo que puede haberte hecho, o no, quien sabe; cada cual tiene sus qués y sus porqués, o tampoco xD

un besote asiroccado

herrero dijo...

Hermana, para que el viento del desierto no sea el único fondo sonoro de este post, te dejo una letra:
A de Alah
http://www.youtube.com/watch?v=-L-GOHa5-YQ