Imagen: Joaquín
Desmigajas tus dedos en el banco del parque
no das de comer a los colores
con tu sonrisa roja y blanca
Te rodean las palomas
-penas acorralándote el pecho-
caes.
El rojo de tu sangre evoca tus años de narices redondas
zancos y trompetas
y gritas
ahuecando la acera con tus puños
ahuyentando a niños y cometas
No puedo
No puedo
lloriqueas boca abajo
enumerando los charcos que ya no pisan tus botas
Se retuercen sobre los adoquines tus sueños más viejos
los ojos felices de los niños
las manos de tu madre
la risa del mundo
Te miro y quiero reescribir la historia.
Payaso destruido
baila para mí
levántate
apréndeme y hazte reír
no contengo mucha luz
pero estoy repleta de amarillos
3 comentarios:
Grande, Laura. Muchísimas Gracias.
Extraordinario el poema, Lau. Y la foto.
Por las fiestas de San Roque el circo visitaba mi aldea. De aquella, yo pensaba que era el único circo del mundo, pues no se anunciaba como "Un circo", sino como "El circo". Cada año variaba su nacionalidad. Ruso, chino o americano. Pero era siempre el mismo, porque la cabra balaba con idéntico deje. Y lo de americano era una falacia. No traía leche en polvo ni aquel queso tan rico que repartía el maestro. En mi escuela aprendíamos las letras al revés y empezábamos por la cu.
Éramos muy devotos de san Roque en mi parroquia y nos pasábamos horas contemplando su perro y especialmente el pan que llevaba en la boca. Pero no lo soltaba el muy cabrón. Nos traía al pairo que el can no tuviese rabo, nosotros no le quitábamos ojo al pan. Agoábamos por él.
"Agoábamos" significa "se nos hacía la boca agua", aunque no necesitábamos que nos lo tradujeran. El perro debía ser un erudito en lingüística incomparable y apretaba los dientes cual tenazas. Ni que le fuésemos a quitar el mendrugo!
Aquel circo no tenía payaso porque no se lo podía permitir. Y tampoco los lugareños estábamos para coñas. Teníamos que hacer muchos equilibrios pa llegar a fin de día. Las risas estaban racionadas y mi abuela Herminia había agotado todos los cupones cuando se enteró de que mi madre se había quedado embarazada.
Cuando una mujer de mi aldea estaba preñada todo el mundo sabía que era de mi padre. Reinaba la fraternidad entre todos nosotros y ni se nos ocurrían insultos soeces habituales por otros pagos.
Yo me enteré de que existían los payasos cuando el tío Delmiro volvió de Brasil y se soltó a hablar tan raro y tan amanerado con los bueyes. Dice la weakypedia que los bueyes para ser tales han de estar castrados. No me explico cómo entonces se solía llevar la vaca a un buey de otra aldea para que aquella concibiera un becerro. Tendré que preguntarle a la vaca, pero no quisiera sonrojarla. El becerro lo vi con mis propios ojos. Pa mí que la Weakypedia la escribe algún sádico o un tenor vergonzante. No pienso comentarle el artículo al ternerito, que ya bastantes traumas hay en mi aldea.
Bueno, Lauriña, me ha encantado el poema, pero no puedo comentar nada. Cuando pienso en los payasos se me viene encima mi niñez y su augusta miseria, las bofetadas que da la vida, las cabritadas y la llaga de la rodilla de san Roque ¿Viste Rocco y sus hermanos? Pues, eso.
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