8 de marzo de 2010

cementerio


Todos estos años

cada domingo

hemos visitado el cementerio

justo cuando las campanas cantan

el epicentro del día

Todos estos años

-tantos-

contemplando los mismos muros blancos

las mismas fuentes

la misma mujer de negro sobre su sombra de flores

los mismos muertos

algunos nuevos con sus lápidas limpias

pero siempre los mismos

Tantos años

repartiendo entre las tumbas vecinas

los restos de las flores que mi madre no usaría

Tantos años

midiendo mi altura por las esquinas de los nichos

aprendiendo a leer nombres y epitafios

la niña de siete años

el chico de veintiséis

mi vida se mide por todos los segundos

que ellos no han vivido

mi vida y la de ellos

todos los muros blancos

todos los girasoles

que jamás verán crecer



5 comentarios:

Anónimo dijo...

Es genial Lau. Tiene tanto en tan poco. Me encanta. Sé lo que es la cotidianeidad de lo familiar...

Gracias.

Carz dijo...

El girasol no es girasol porque crezca,
sino porque gira.

El muerto no es muerto por muerto,
sino porque fue vivo
-estado fugaz entre dos nadas,
alimento indispensable de las lápidas-


Un beso.

a pena grande dijo...

Como ni me encuentro en condiciones de comentar tu poema, cuyo final me resulta esperanzador,... ese saber que vivimos y percibimos también para los que no pueden hacerlo... Pues te copio un poema que estás harta de conocer y por momentos me vino a la memoria leyendo el tuyo. Este poema constituyó una obsesión para mi durante mucho tiempo.
"Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;
y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincon de aquel mi huerto florido y encalado,
mi espiritu errará, nostalgico.

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando".
Ya digo, hoy no tengo fuerzas. Si las tuviese, esos pájaros no se las prometerían tan felices.
Te dejo la canción que me se ha alojado en mí desde hade un mes:
ANIMA_A _LEVANTARSE_CADA_DÍA

Mauro dijo...

Quizás la muerte-esa flaca amarillenta-no es en verdad la única certera vara para medir la vida.

Te confieso que me basta a ratos disfrutar de la incertidumbre de que coincidan en tiempo y espacio un girasol y una sonrisa.

Nada como esa sucesión de eventos aleatorios como unidad de medida.

Un beso telúrico pa' ti.

Shandy dijo...

Una buena descripción este poema.
Un abrazo