13 de diciembre de 2010

Todos los pájaros muertos que guardo

picotean los restos de mi sonrisa

tienen sentido del humor

ese humor negro de los cuervos que quisieron ser

Son pájaros sin nido

pero reúnen los restos de mis sábanas

y se posan encima

como esperando poner un huevo que no esté repleto de gusanos

o vacío

pero son mis sábanas

repletas de gusanos

vacías

Pobres pájaros tontos

pobres pájaros muertos

que me siguen y me asaltan con sus ojos huecos

yo les guardo y les protejo

para que píen y canten a la vida

pero ahí están

destrozándome lentamente desde dentro

ayer fueron los ojos

hoy la sonrisa

1 comentario:

a pena grande dijo...

El único pet que tuve en mi vida era un canario. Yo tenía 10 años por aquel entonces.
No bien nos sentía, nos saludaba gorjeador y espumoso. Le hablábamos y contestaba con su trino hermano.
Cuando anochecía, mi madre colocaba un trapo cubriendo su jaula, para que no nos cantara la noche.
La jaula era enorme. Allí cabrían los bichos de Noé; tenía forma de casa, era de madera, pintada de rojo. Tenía su buhardilla, sus ventanas, parece que la estoy viendo. Nos la regaló un marinero. Uno que también nos dio un barco tallado a mano, y un cuerno de buey decorado, y caracolas desmesuradas, y una radio de transistores, de las primeras que se vieron en el país. La había traído de Alemania. El otro día, en el mercadillo de antigüedades, vi una radio exactamente igual. Con su funda de cuero. La cogí para ver si era la misma. Pero no.

Mi padre confiaba tanto en el canario que un día se puso en el jardín a limpiar la jaula y dejó la puerta abierta. El canario se debió de asustar y salió volando. Se posó en la rama de un árbol. Intentamos que volviera, pero desapareció para siempre. Yo le dije a mi padre -para consolarnos a ambos- que tal vez el canario se sentiría mejor en libertad. Mi padre me contestó que el canario no tardaría en morir, porque no sabría buscarse la vida, acostumbrado a que le pusiéramos su alpiste y su agua. Aquel día aprendí que la libertad tiene un alto coste. Y que hay cosas que se pierden y ya no se recuperan.
Nos quedamos tan huérfanos sin nuestro canario saludador, que nunca lo reemplazamos por otro. Ni tuvimos gatos, ni perros. Todo lo cual es una carencia y un hueco en mi vida, dada mi eterna soledad.
El único pet de mi vida. No recuerdo su nombre, si lo tenía. En aquel tiempo infantil yo estaba tan acogotado por el miedo, miedo a mi padre, miedo al maestro, miedo a las personas mayores, miedo a los demás niños, miedo a todo, que en mi mente no había sitio más que para el miedo, y no recuerdo que tuviera ningún pensamiento que estuviese libre del miedo. Así que no creo que se me ocurriese ponerle un nombre a aquel breve canario.
Ahora no estoy como para pensar en un nombre para el pájaro que se marchó. Siempre quise pensar que no huyó, que era muy feliz con nosotros. En todo caso le llamaría "Muerte" o "Suicidio", que resultaría un nombre muy injusto para quien era la única fuente de alegría en aquella casa de mi niñez.
De las aves, odio a los loros desde que tuve una experiencia paranoica con uno de ellos, y les tengo pánico a los murciélagos porque hace pocos años leí que transmitían enfermedades terribles. Por mucho que me hayan desmontado esa información, sigo teniéndoles pavor. Y mi casa actual está rodeada de murciélagos. Así que nunca dejo la ventana abierta de noche, por mucho calor que haga. Los vigilo tras los cristales. De día, las golondrinas y las gaviotas dejan sus estelas perfectas en el aire, sus círculos, su reposado planear. Los murciélagos dejan su zizgag violento y cuando menos te lo esperas los tienes delante de tu frente, como una desgracia inevitable y atronadora.
Felices Navidades a los visitantes del blog de Laura. A la Paciente nº 24, a la Reina del mango, a la Maga, a mi Chú, y a los tíos que vienen, como yo, a babear ante Laura o sus poemas.
A Lenny le dejo un ratón de mazapán y a Eire una tijera-de- podar-bigotes-de-Lennies.
A Nuria, una canción:
BO_NADAL_:-)