9 de noviembre de 2009

Que te llames Gabriel...

A Míriam,
inevitablemente

Que te llames Gabriel
y me encuentres en un bar
con el pelo suelto
nerviosa porque siempre tengo menos tiempo
del que me exige el impulso
con las manos arruinadas sobre los folios extendidos
el té enfriándose
siempre con demasiada azúcar
demasiada
y que tus ojos te acerquen a mí
podemos esperar juntos
no espero a nadie
te diré
y me preguntarás si necesito ayuda
siempre estoy pálida
te pediré el mar
para ahogar la tinta que no se deja forjar bajo mis dedos
para sentir la inmensidad curándome dolores viejos
el mar
te pediré tu nombre
el mismo del niño que no tendré jamás
sonreirás apenas
chiquillo dulce
pedirás una cerveza
me recogeré el pelo en un moño
sutilmente dramática
vigilando si me observas bien
haciendo énfasis en cada vuelta vacía del elástico entre los rizos
me plantearé cuánta distancia hay entre tus labios y el desasosiego
de saberme vendida antes de desollada
por mí misma
que no tengo un céntimo en los bolsillos
que me iré hoy también sin pagar el té
olvidándome la bufanda
el bolígrafo
con un hombre de agua o de espuma
que me seguirá hasta casa
me desnudará despacio
y llamándome desde el baño
me pedirá que le enjabone
y que le nombre hasta que me duerma

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ojalá hubieran más hombres de agua, más hombres de espuma, más plumas que dibujen el deseo de una amiga a la que parece conocer bien