A Darío, que está al otro lado
Él, sentado ante su novela a punto de terminar, piensa en Ella, que justo en ese momento entra en la librería. Comienza a escribir. Apenas se detiene. Las palabras manan de sus dedos como sangre de una herida abierta. Ella navega entre las islas de libros. Escoge uno con la mirada, lo abre y hojea. Él ha terminado de escribir. Sus dedos viajan sobre las letras recién nacidas. Los ojos de ambos coinciden en la palabra “hojarasca”. De pronto sienten cómo se incendian sus lenguas en la lejanía pronunciando el nombre del otro y en rabioso aleteo se desgajan sílaba a sílaba, se hunden, se afilan, se trastornan, amándose febrilmente. Desconocidos y ajenos, autor y lectora, en el vértice mismo de los tiempos, en el lugar exacto en que la lluvia empieza a caer.
1 comentario:
Hace tanto, tanto tiempo que no sentía deseos de pasear por estos caminos virtuales, que me parecía imprescindible decirte hola, mi niña de luz.
Un abrazo y mi enhorabuena, los años han dejado un gusto profundo en tus letras.
Besos
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